Después de que Junior en pleno brote sicótico la emprendió a tiros contra sus compañeros de escuela en Carmen de Patagones, usando la pistola reglamentaria de su padre suboficial de la PNA, gran parte de la prensa nacional (un poco de puro progre, otro poco por simple incapacidad) tomó el camino fácil: la culpa es de las armas de fuego, artefactos diabólicos capaces de corromper a la gente y de convertir al mas tierno pichoncito en un homicida feroz y despiadado.
Con esa posición, como es habitual en la Argentina se escapa por la tangente y se eluden los temas cruciales: la violencia anidada en la sociedad y la incapacidad del sistema educativo para detectar y contener a estos casos extremos, a los que se encubre con responsabilidades difusas y acusaciones nebulosas y genéricas.
Hoy a la tarde se supo que en Santa Fe un alumno de 8º año atacó a un compañero con un cuchillo . En julio, en Buenos Aires, un hombre trasvestido apareció apuñalado con un tramontina. En marzo de este año, en Capitan Bermúdez un vecino atacó a dos chicas, mató a una y a un vecino que quiso defenderlas, para lo que empleó un cuchillo del mismo tipo . En 2003 en Safita un hombre asesinó con este elemento punzo-cortante a su mujer e hijos. En 2001, en un episodio terrible un hombre degolló con un “serruchito” de estos a los cuatro hijos de su concubina. Ni que hablar de las 113 puñaladas con que Fabián Tablado, entonces de 20 años, mató a su novia en 1996. Siguen los ejemplos (para el que no me crea: ver en Google)
No se cómo hasta ahora nuestros abundantes analistas mediáticos, nuestros clones pampeanos de Michael Moore no se han dado cuenta que en aras de conseguir una sociedad beatífica y una paz pastoril debe abogarse por la eliminación inmediata e irrestricta de los feroces cuchillos de hoja aserrada. Es sabido que sólo una sociedad destramontinizada es una sociedad feliz. El tramontinismo solo ha acarreado al mundo penares: millones de dedos cercenados, y miles de degollados, destasados, descuartizados y apachurrados. Además es conocido que todo tenedor de tramontinas, legales o ilegales es un delincuente en potencia, qué espera agazapado el momento de dar a conocer la perversidad de su ser para empotrarle una hoja serrucho en la crisma al prójimo
Es más, yo tomo la iniciativa y reconociendo que en determinados casos estos elementos son indispensables propongo crear un Registro Nacional de Elementos Punzo-Cortantes (RENEPUCO), que otorgue luego de exhaustivas pruebas psicofísicas y de idoneidad la Credencial de Legítimo Usuario de Cuchillo Serruchito. Regulemos y prohibamos. Esa es la solución.